Habla Señor, que
tu Sierva Escucha
Es difícil escuchar a Dios hablarnos. Mantenerse cerca de Dios no
es solamente hablar con él, pero es escuchar a Dios hablar.
Es difícil estar en silencio delante de Él. Somos muy parecidos al
discípulo Pedro quien en su ansiedad delante del Altísimo estaba pronto para
hablar y lento para estar callado y sentarse en silencio en Su presencia (Mateo
17:4-5). Estamos listas para precipitarnos y hablar cuando
necesitamos estar quietas y “escucharle” Es más difícil estar en silencio
delante de Dios que hablar con Dios. La mayoría de nosotras hemos
olvidado como sentarse en silencio y escuchar a Dios.
Necesitamos cultivar el silencio del alma. Para la mayoría de las
personas es espantoso estar quieto y en silencio. Tal vez esto es porque
nuestra generación esta lista para decir Dios no habla como en los días
antiguos.
“En Dios solamente está acallada mi alma; de Él viene mi
salvación” (Salmo 62:1).
El salmista usa una palabra que
significa, “silencio, quieto, descanso y esperando tranquilo.”
La palabra
connota el silencio de muerte. Es bueno para nosotros esperar en Dios en
reposo silencioso.
Tal vez en nuestro gran énfasis en alabar a Dios, hemos casi olvidado
como escuchar Su pequeña y quieta voz. Necesitamos cultivar el silencio
del alma tanto que Él nos quebrante en cualquier tiempo, donde sea que El
escoja. Es tan importante que reconozcamos Su voz cuando El habla.
El fuego se había retirado en los días de Elí. “El joven Samuel
ministraba a Jehová en presencia de Elí; y la palabra de Dios escaseaba en
aquellos días, no había visión con frecuencia” (1 Samuel 3:1 RV 1960).
“Jehová llamó a Samuel; y el respondió, `Heme aquí` (v.4). Y corriendo
luego a Elí, pensando que era su maestro llamando. “Así que el Señor llamó
a Samuel de nuevo por tercera vez. Y se levantó y fue a Elí y dijo, `Heme
aquí, pues me llamaste`” Entonces entendió Elí que Jehová estaba llamando
al joven
(1 Samuel 3:8, RV 1960).
Con discernimiento y sabiduría, “Eli entendió que Jehová llamaba al joven
(v.8). Y dijo Elí a Samuel: “ve y acuéstate; y si te llamaré, dirás
Habla, Jehová, que tu siervo oye” Así se fue Samuel, y se acostó en su
lugar (1 Samuel 3:9, RV 1960). “Y vino Jehová y se paró, y llamó como las otras
veces: ¡Samuel, Samuel! Entonces Samuel dijo: Habla, porque tu siervo oye”
(v.10).
Cuando Dios habla debemos obedecer. Y cuando no obedecemos
inmediatamente, El espera en silencio hasta que nuestra voluntad esta lista.
“Cercano está Él, más que el respirar, tan cerca como las manos y los pies.”
Cuando Dios habla puede no ser un mensaje placentero. No eran
buenas noticias cuando Samuel escucho un mensaje de juicio sobre la casa de Elí
(vs. 11-14).
Dios puede decirte como hizo con Samuel, “He aquí haré yo una cosa en
Israel, que a quién la oyere, le retiñirán ambos oídos” (1 Samuel 3:11).
Lo importante y la cosa crucial es que obedecemos a Dios cuando El
habla. “Y Samuel creció; y Jehová estaba con él, y no dejo caer a tierra
ninguna de sus palabras” (1 Samuel 3:19).
Dios todavía habla. ¿Cómo respondes? En el monte alto Dios
dijo a Pedro que callará y escuchara a Jesús. Eso es lo que necesitamos
hacer.
Hay un tiempo para hablar y hay
un tiempo para estar quieto y escuchar su quieta voz. No tenemos nada
valioso que decir hasta que Él nos habla en privado.
Dios primeramente habla a
través de su Palabra escrita la Biblia.
El Espíritu Santo quien es el divino autor de las Escrituras, toma Su
palabra y habla a nuestro ser interior más consciente “de pecado, de justicia y
de juicio” (Juan 16:8).
Él también nos habla a través de las circunstancias, los cristianos
maduros, la predicación y la enseñanza de Su Palabra.
Tan trágico que tenemos la habilidad de hacernos sordos a Dios.
Podemos sumergirnos en el susurro de la voz de Dios.
Amiga, ¿Te has sentado en quietud del espíritu y escuchado tu conciencia por la Palabra de
Dios? ¿Ha aquietado tu espíritu con la realidad de algún pecado, o
la paz de reconciliación con Él?¿El viene en quietud así cuando meditamos en Su
Palabra y andar a tientas de la mente con alguna nueva verdad profunda?
Hay momentos cuando El escoge venir a través de la predicación de la
Palabra, o un pasaje devocional de quietud, un hambre espiritual intensa, o un
amigo cristiano maduro quien da consejo de Dios.
La cosa importante es sentarse en Su presencia y escuchar, después
levantarse y hacer Su mandato.
Cuando Dios habla a tu ser interior, escuchas quietamente, de acuerdo
con Su voz, confiesas cualquier pecado conocido a Él, clamas la limpieza
solamente de la sangre de Jesús por tu pecado, y le obedeces. “El que viene a
mí, no le echo fuera…
“Habla Señor, que tu sierva
escucha”
¡Selah!
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