martes, 8 de diciembre de 2015

PRINCIPIO DE VIDA 5

Dios no nos demanda que entendamos su voluntad, sino que la obedezcamos aunque nos parezca poco razonable.

    El Espíritu Santo es quien te capacita para andar en obediencia delante del Señor.


Usted debe convertir su obediencia a Dios en la mayor prioridad de su vida.

Josué 3.8
¿Se ha llegado alguna vez a preguntar por qué Dios no contesta sus oraciones, o por qué, a pesar de sus mejores esfuerzos, ciertos asuntos en su vida siguen sin resolverse? La respuesta podría estar en su nivel de obediencia a Dios. Tal vez Dios quiere que usted se detenga, confíe en Él, y esté atento a su señal para proceder.
Toda área de desobediencia en su vida tiene que ser tratada. El pecado nos impide experimentar lo mejor de Dios para nosotros. Quizá Dios le haya pedido algo, y usted ha optado por ignorar sus instrucciones o apenas cumplió en parte lo requerido por Él. La obediencia verdadera significa hacer lo que Él dice, cuando lo dice, como Él dice que debería ser hecho y todas las veces que así lo requiera, sin importar que usted entienda o no las razones para ello, hasta que haya cumplido del todo con su mandato.

Usted debe convertir su obediencia a Dios en la mayor prioridad de su vida.

Antes que haga una lista de todo lo que Dios le ha pedido hacer o dejar de hacer, considere lo siguiente: ¿Hay un área particular de su vida en que le resulte difícil obedecer al Señor? Cada vez que lee la Biblia, ¿trae Dios a su mente algún pecado específico? Cuando acude a Él en oración, ¿sale a flote el mismo problema? Si el Señor ha traído algo a su mente ahora mismo, es posible que haya vivido muchos años en la misma situación precaria porque usted, en algún momento, decidió hacer las cosas a su manera y no como Dios manda.
Seguir la voluntad de Dios y no la suya puede cambiar su vida por completo. Por esta razón, usted debe convertir la obediencia en su mayor prioridad. Para lograrlo, necesita entender por qué la sumisión juega un papel tan importante en su relación con Dios.
Noé es un ejemplo bíblico excelente que ilustra este principio. Fue un hombre que obedeció a Dios, incluso cuando le pareciera ilógico algo que el Señor pidiera. Dios lo llamó a construir un arca enorme, algo tan inverosímil como descabellado en aquel tiempo, y Noé acató su directiva sin preguntar la razón (Gn 6–9).

El Espíritu Santo es quien le capacita para andar en obediencia delante del Señor.

¿Acaso siempre será popular obedecer a Dios? No. ¿Será usted objeto de críticas? Es muy probable. ¿Opinarán algunos que sus acciones son ridículas? Sin duda. ¿Se van a burlar de usted? Seguro que sí. Ahora piense en esto: Noé decidió andar con Dios en medio de una sociedad corrupta. De hecho, la maldad era tal que Dios decidió raer de la faz de la tierra a todos los seres humanos a excepción de una sola familia, la de Noé. Trate de imaginar los insultos proferidos por los impíos contra Noé, cada vez que lo veían inmerso en su misión. Pero tan pronto cayeron las primeras gotas de lluvia, todas las afrentas cesaron.
Noé obedeció a Dios sin importarle qué pensaran de él los demás, y el Señor lo libró del gran diluvio que cubrió la tierra. Si hubiese hecho caso a sus críticos, no habría construido el arca y habría sido destruido junto a los demás. En lugar de eso, optó por obedecer a Dios sin dejarse enredar por sus propias dudas.
Cuando elegimos el sendero de la obediencia, debemos prepararnos para las reacciones negativas que seguramente recibiremos, sabiendo que Dios tiene una razón excelente para su mandato y que nos ayudará de forma extraordinaria. Nunca nos enfoquemos en situaciones o personas que traten de distraernos de cumplir la voluntad de Dios. El Espíritu Santo nos capacita para obedecer todos y cada uno de los mandamientos de Dios, y siempre nos dirige de la mejor manera posible. Por lo tanto, sin importar qué requiera de nosotros —bien sea doloroso o gozoso, beneficioso o cuantioso, razonable o paradójico— nuestro Padre celestial nos dará la capacidad y fortaleza para serle fiel, sin importar qué piensen los demás ni la dificultad aparente de la situación.
La obediencia debe ser una prioridad en la vida de todo creyente. Es la única manera en que usted llegará a ser la persona que Dios quiere que sea, y el único método para acceder a todas las maravillas que Él le tiene preparadas. El Espíritu Santo es quien le capacita para andar en obediencia delante del Señor, en el poder de su fuerza.
Decídase a obedecer a Dios, así no entienda por qué le pide hacer algo. Crea que sus instrucciones son para su propio bien (Jer 29.11). Así es como podrá convertirse en la persona que Él quiere que usted sea, hacer la obra que anhela de usted, llevar el fruto que le capacite para llevar, y recibir todas las bendiciones que ha preparado para usted.

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