PRINCIPIO DE VIDA 4
Estar conscientes de la presencia de Dios nos da energías para desempeñar nuestro trabajo.
Deuteronomio 20.1
¿Cómo puede usted sacarle el mayor provecho a su trabajo? He aquí tres sugerencias:
1. Véase como un siervo.
Jesús vino al mundo, no para ser servido sino para servir, y nos mandó que tuviéramos esa misma actitud (Mt 20.25-28). Pablo escribió: «Siervos, obedeced en todo a vuestros amos terrenales, no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino con corazón sincero, temiendo a Dios» (Col 3.22.
Si Pablo dijo a los esclavos que hicieran su trabajo terrenal de todo corazón (y ellos no recibían ningún salario), entonces, ¿qué decir de nosotros que sí somos remunerados? Usted pudiera decir: «Bueno, no me pagan lo suficiente». De acuerdo, puede que no le paguen lo suficiente, pero prolongar el tiempo del almuerzo, salir antes de tiempo o llegar tarde no son el modo de compensar la situación. Si le pagan por ocho horas, tiene que trabajar ocho horas completas. ¿Por qué? Porque usted es un siervo de Dios y, como representante de Él, tiene la responsabilidad de hacer un buen trabajo.
Como representante de Él, usted tiene la responsabilidad de hacer un buen trabajo.
Además, la mejor manera de ascender en el trabajo es mediante el servicio. Quien desee ser un líder tendrá que adoptar una actitud de humildad (Mr 9.35). A un empleado orgulloso rara vez se le considera para un ascenso. Por el contrario, es al trabajador íntegro y aplicado en su trabajo al que los empleadores ven como un líder potencial. Nunca dude del efecto que tiene su actitud sobre los que le rodean, ¡incluido el jefe!
Pero, ¿quién es su verdadero empleador? Esto nos lleva a nuestra segunda sugerencia.
2. Dese cuenta que usted trabaja para el Señor mismo.
Su empleador ejerce una autoridad de supervisión sobre usted, pero Jesucristo es su Señor. Usted trabaja para Él: «Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres» (Col 3.23).
Si usted es cristiano, Jesucristo es el supervisor en su puesto de trabajo, y Él no le está observando de lejos, sino que está allí mismo con usted. Usted y yo tenemos que realizar nuestro trabajo del día independientemente de si pensamos que el empleador no es justo, porque en última instancia es Jesucristo a quien servimos, y Él siempre está en el lugar de trabajo. Usted y yo debemos hacer nuestro trabajo lo mejor que podamos, porque el Espíritu Santo está presente, preparándonos y dándonos energías.
Cometemos un error terrible cuando segmentamos la vida. Podemos pensar que de lunes a viernes vamos a trabajar, el sábado es para divertirnos, y el domingo para adorar a Dios. Pero Dios no ha planeado la vida de esa manera. Si Jesucristo es nuestro Salvador, no podemos excluirlo de ningún aspecto de la vida. No está bien enseñar una clase de escuela dominical con todo nuestro empeño, y ser negligentes en el trabajo el resto de la semana; tenemos que honrar y glorificar al Señor en todo lo que hacemos. Cuando nos consagramos de todo corazón a Jesús (Mt 6.24), se elimina la tentación de hacer nuestro trabajo sólo para ser vistos por los hombres.
Dios hará mucho más que igualar todas las cosas en el Juicio.
¿Estoy diciendo con esto que su trabajo diario es también un trabajo para el Señor? ¡Sí! Ministerio no es sólo lo que usted hace en la iglesia. Usted adora a Dios cada día de la semana —el domingo lo hace en la iglesia; y de lunes a viernes demuestra su devoción a Él haciendo un buen trabajo. Su elevado estatus como hijo de Dios dignifica su trabajo, y su oficina o lugar de empleo tiene que ser mejor porque usted está allí.
Usted le sirve al Señor Jesucristo (Col 3.24). ¿Tiene un buen testimonio que ofrecerle en su trabajo? ¿Es usted uno de los empleados más fieles, porque sirve a Dios? ¿Refleja su actitud el gozo que tiene al considerarlo a Él el verdadero jefe?
3. Dese cuenta que tiene un salario aquí y una recompensa en el cielo.
Pablo escribió: «Sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia» (Col 3.24). Por supuesto, en el presente tiene que recibir un salario para cubrir los gastos de su familia. Pero si ha hecho lo mejor que ha podido y entregado lo mejor de sí, nunca le pagarán realmente todo lo que merece. Lo maravilloso que debe recordar es esto: es posible que aquí no le paguen lo suficiente, pero usted recibirá una recompensa incalculable en el cielo. Dios hará mucho más que igualar todas las cosas en el Juicio (1 Co 3.11-15; 2 Co 5.9, 10; Ef 6.7, 8), Él sin duda, le recompensará de manera justa.
¿Se ve usted a sí mismo como un siervo de Dios? ¿Lo considera a Él su verdadero Jefe, y trabaja de una manera que honra al Señor, sin importar lo ordinario o aburrido que pueda parecer su trabajo? ¿Se ha dado cuenta que por la fiel labor realizada en el presente le espera una enorme recompensa en el futuro? Si es así, le está sacando el máximo provecho a su trabajo.
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