martes, 8 de diciembre de 2015

Lee la Biblia

“SI VOSOTROS PERMANECÉIS EN MI PALABRA, SERÉIS VERDADERAMENTE MIS DISCÍPULOS…” (Juan 8:31b)

No puedes ser un discípulo de Jesús sin leer [y practicar] la Palabra de Dios regularmente. Jesús dijo: “Si vosotros permanecéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos…” (Juan 8:31). La palabra permanecer significa“vivir diariamente bajo sus principios”. Cuentan una historia de un hombre que fue a recoger a su esposa después del culto: “¿Se ha terminado el sermón?”, preguntó a la gente. Un miembro entusiasta le contestó: “No, acaba de empezar; ¡el resto depende de nosotros!”.
El denominador común de todos los grandes hombres y mujeres de Dios a lo largo de la historia es que eran disciplinados a la hora de pasar tiempo con el Señor leyendo su Palabra. ¿Qué fue que hizo que George Müller tuviera tanto éxito? Durante su vida leyó la Biblia más de doscientos veces, y más de la mitad de rodillas, orando sobre la Palabra mientras la estaba estudiando. Cuando conoces a Dios así de bien, oras específicamente y obtienes respuestas específicas. Muchos de nosotros que decimos que creemos en la Biblia de principio a fin, nunca la hemos leído de principio a fin... Somos más fieles a las páginas de economía o de deporte del periódico que a la Palabra de Dios… Las personas que no son creyentes de verdad, no saldrían de su casa por la mañana sin haber leído el horóscopo. Imagínate lo que ocurriría si tú te comprometieras a leer la Biblia con el mismo vigor antes de ir a trabajar, ir a la escuela o a donde sea. Esto cambiaría tu vida e impactaría a los que te rodean. Así que, ¡lee la Biblia!

“PERSISTE… EN… LAS SAGRADAS ESCRITURAS, LAS CUÁLES TE PUEDEN HACER SABIO…” (2 Timoteo 3:14,15b)

¿Por qué no leemos más la Palabra de Dios? Hay tres razones:

(1) No sabemos cómo hacerlo.

Escuchamos al pastor dar un gran sermón y pensamos: ¿Por qué no me fijé en eso?. Porque los pastores pasan horas orando y estudiando las Escrituras y nosotros no.

(2) No estamos motivados.

Y es porque no hemos experimentado el gozo que viene de descubrir personalmente las grandes verdades de la Palabra de Dios; nos contentamos con conseguir lo que necesitamos a través de otra persona en vez de por nosotros mismos. Entiende esto: si alguna vez te tomas en serio estudiar la Biblia por ti mismo, nunca te quedarás totalmente satisfecho con un conocimiento de las Escrituras de segunda mano. Un día, el Dr. Paul Lyttle comparó el estudio personal de la Biblia con comer cacahuetes: “Una vez que empiezas, ¡te enganchas! Cuando descubres lo bien que “sabe” el estudio de la Biblia, te encontrarás volviendo a por más y más. Sí, ¡el estudio personal de la Biblia puede crear dependencia!”.

(3) Somos vagos.

El estudio de la Biblia es un trabajo muy duro: no hay atajos y requiere tiempo, esfuerzo, concentración, persistencia, y muchas de sus grandes verdades no están en la “superficie”; hay que escarbar para encontrarlas. El Dr. Howard Hendricks describió tres etapas en el estudio de la Biblia:
(a) La etapa del “aceite de ricino” La estudiamos porque sabemos que es bueno para nosotros pero no nos gusta demasiado.
(b) la etapa de los “cereales” “nuestro estudio de la Biblia es “seco” y poco interesante/aburrido pero sabemos que es nutritivo.
(c) la etapa de las “fresas con nata” realmente estamos deleitándonos en la Palabra de Dios. ¿Moraleja? …persiste… en… las sagradas escrituras, las cuáles te pueden hacer sabio… (2 Timoteo 3:14,15b).

“…ESCUDRIÑANDO CADA DÍA LAS ESCRITURAS…” (Hechos 17:11b)

Debes “convivir” con un versículo de la Biblia hasta que eche raíces en tu interior y comience a “crecer”. Las mariposas cubren más terreno que las abejas, pero éstas producen miel; a veces tienes que seguir dándole vueltas a un versículo en particular hasta que le extraes la “miel”. Puede que Dios trabaje en algún área de tu vida durante varias semanas, o incluso meses. Hace falta mucho tiempo para cambiar los rasgos arraigados de tu carácter; los nuevos hábitos y modos de pensar no se forman en un día. Tenemos que ser conscientes de ello y dejar que el Señor refuerce esa nueva verdad en nuestras vidas. No te engañes pensando que porque hayas leído cierta veracidad sobre algo, que eso te va a producir un cambio inmediato; en primer lugar debe ser aplicado, y eso lleva mucho tiempo.
Rick Warren escribió: “En cierta ocasión tuve que realizar un programa acerca de la cualidad de la sensibilidad. Me llevó varios meses para que Dios la hiciera real en mi vida, porque necesitaba ver cómo esa cualidad se relacionaba con todas las demás áreas de mi vida. Continuamente, Él me estuvo poniendo en situaciones en las que yo era tentado a reaccionar justo al revés, es decir, a ser insensible, y es posible que Él haga lo mismo contigo. Tal vez, el Señor te enseñe a amar a los demás colocándote en medio de personas desagradables. Quizás aprendas a tener paciencia mientras te sientas irritable o que aprendas a tener paz en medio del caos. Entonces descubrirás cómo tener gozo incluso en tiempos de mucha tristeza y prueba. Has de darte cuenta de que cuando Dios quiere formar una cualidad positiva en tu vida, Él tiene que permitir que te enfrentes a situaciones en las que debas decidir hacer lo correcto en vez de seguir tu inclinación natural”. El verdadero test es: “Si aplico este versículo a mi situación, ¿cómo me va a ayudar a parecerme más a Jesús?”.

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