martes, 8 de diciembre de 2015

Fundamentos de mi intimidad con Dios: Principio de Vida 3


PRINCIPIO DE VIDA 3

La Palabra de Dios es ancla inconmovible en las tormentas.

    Las promesas de Dios son esenciales para nuestro bienestar espiritual.




Dios no quiere que nos involucremos en nada que contradiga las Escrituras.

Números 23.19
Las palabras del rey Darío resonaban en la mente de Daniel mientras sus servidores lo bajaban al foso de los leones. «El Dios tuyo, a quien tú continuamente sirves, él te libre» (Dn 6.16). Los encargados pusieron entonces una pesada piedra sobre la entrada al recinto subterráneo.
Aun después de evaluar la gravedad de su situación, Daniel no vaciló en su fe. La mañana siguiente el rey Darío encontró a Daniel ileso y proclamando: «Oh rey, vive para siempre. Mi Dios envió su ángel, el cual cerró la boca de los leones, para que no me hiciesen daño» (vv. 21, 22).
¿Cómo sobrevivió Daniel? ¿No tenían hambre los leones? Los historiadores cuentan que a los animales usados para ese tipo de ejecuciones se les dejaba varios días sin alimentar, para asegurarse de la muerte de los acusados. Pero la suerte de Daniel nunca estuvo en manos de los hombres. Su vida pertenecía a Dios, y ahí radica la victoria. Daniel sobrevivió por poner su confianza en Dios, y su fe en las promesas divinas.

La Palabra de Dios es, por consiguiente, una brújula, una guía y un libro de instrucciones para la vida. Así como usamos manuales de instrucciones en el trabajo o en la cocina, también debemos usar la Palabra de Dios como nuestra fuente de sabiduría y verdad. A nadie se le ocurriría hacer un pastel sin una receta, y ningún mecánico montaría un motor sin un manual.
Cada uno de nosotros puede recordar ocasiones en las que deseamos haber tenido una palabra certera de parte de Dios, algo a qué aferrarnos para cuando surgieran las dudas y el temor. Dios sabe cuándo necesitamos ánimo, guía y esperanza. Es por eso que nos ha dado promesas concretas en su Palabra, para que podamos entender su naturaleza y confiar en Él. En los momentos emocionalmente devastadores, las promesas de Dios son esenciales para nuestro bienestar espiritual.
Algunas de las promesas de Dios son condicionales (véase «¿Cómo puedo reclamar las promesas de Dios?», cerca de He 10.23), pero podemos tener fe en todas ellas. Sin embargo, no se trata de nombrar y reclamar una promesa; las promesas deben estar acompañadas de oración y de un ardiente deseo de conocer la voluntad de Dios para nuestras vidas. Aunque Dios quiere que todos experimentemos lo mejor de Él, también desea que conozcamos y disfrutemos su presencia de un modo personal que exprese su suficiencia de la mejor manera posible. Reclamar una promesa sin la guía de su Espíritu Santo nos conducirá a desengaños, desilusiones y frustraciones.
A veces, Dios trae un pasaje específico a nuestra mente que da esperanza y certeza a nuestros corazones. En otros momentos, nos motiva a orar y buscar su sabiduría en un asunto específico. Si acudimos a Dios con fe, Él nos guiará de acuerdo con su voluntad. Esto, por supuesto, no sucederá de la noche a la mañana. Muchas veces, Dios quiere que meditemos sobre cierto pasaje bíblico durante cierto tiempo antes de darnos su dirección.

Pero Dios honró la actitud de David y le dio una promesa maravillosa: «Y será afirmada tu casa y tu reino para siempre delante de tu rostro, y tu trono será estable eternamente» (2 S 7.16). Dios siempre honra nuestro deseo de buscar su dirección y sabiduría. Si venimos a Dios esperando su respuesta, Él nunca nos decepcionará.
Cuando el rey David buscó el corazón de Dios en cuanto a su deseo de construir el templo, la Biblia dice: «Y entró el rey David y se puso delante de Jehová» (2 S 7.18). David no ordenó a sus hombres que comenzaran la construcción. Esperó la dirección de Dios, e hizo bien, porque el Señor quería que fuera Salomón, el hijo de David, quien hiciera el trabajo.
En el tiempo de Daniel, Dios hablaba por medio de visiones, sueños y, a veces, audiblemente. Hoy habla principalmente por medio de su Palabra, porque no quiere que nos involucremos en nada que contradiga las Escrituras. Cualquier versículo puede ser sacado de contexto y tergiversado. Pero si somos fieles a la Palabra de Dios y la interpretamos en su contexto, sabremos aplicar los preceptos y las promesas del Señor a nuestras vidas, y encontrar fortaleza para aferrarnos al Señor en las situaciones más difíciles. En vez de ser lanzados emocionalmente de un lado a otro, aprendemos a permanecer firmes en nuestra devoción y confianza en Cristo.
Por tanto, considere las promesas de Dios sus anclas espirituales. Una vez que aprenda a seguirle, siga su dirección dondequiera que Él le dirija, porque el Señor nunca deja de cumplir sus promesas. Más bien, le está enseñando a depender de Él por medio de la meditación en su Palabra y la atención a su voz.
¿Esta usted dispuesto a esperar pacientemente que Él cumpla todo lo que le ha prometido, y a que le rescate como lo hizo con Daniel? Nunca trate de imponerle su tiempo a Dios. Por el contrario, aférrese a Él, ancle su corazón a su Palabra, y déjele espacio para que lo haga todo de acuerdo con su plan y en su tiempo. Usted se alegrará de haberlo hecho.

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