De igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.” (Romanos 8:26)
¡La oración es un arma poderosa! Ella determina el grado de nuestra comunión con Dios.
Durante mi devocional matutino meditaba sobre esta verdad y la oración en general. Pensaba sobre la frecuencia con que se habla de nuestro deber de orar; en prédicas, estudios, devocionales, programas radiales, conferencias, libros, etc. Pareciera por la insistencia en el tema que la oración se ha convertido en una práctica impopular, y que a muchos les da trabajo mantener.
Historias de luchas y fracasos con la disciplina de la oración me hicieron llegar al punto de pensar que la oración se ha relajado mucho entre el pueblo cristiano. Pero Dios inmediatamente me corrigió y mostró todo lo contrario; que la insistencia en el tema es más bien “el grito” de un pueblo que lucha desesperadamente por elevar su corazón delante del trono de la gracia para hallar dirección y socorro, pero que encuentra todo tipo de obstáculo.
Si bien es cierto que la oración por definición es algo tan sencillo como hablar con Dios, en la práctica es una batalla en la cual el enemigo de nuestras almas lucha contra nosotras para impedir nuestra comunión con el Señor, haciendo de la oración un anhelo dificultado y hasta frustrado por Satanás.
Sí. La oración es muchas veces una lucha. Una guerra para vencer nuestra carne y las murallas que el enemigo levanta. En el proceso nos agotamos y hasta nos faltan las palabras. Pero ¡gracias sean dadas a Dios! que tenemos un aliado poderoso; el Espíritu Santo, quien nos ayuda en nuestra debilidad e intercede por nosotras con gemidos indecibles.
He comprendido que la oración es un arma demasiado poderosa como para Satanás dejarnos el camino libre y la entrada despejada a la presencia de Dios, sin presentarnos una buena batalla. Pero cobra ánimo y toma aliento amada de Dios, porque mientras estemos de este lado del sol, nuestro Aliado siempre intercederá por nosotras.
Oración: Gracias Padre porque no estamos sola en la batalla. Gracias porque tu Espíritu nos fortalece. Gracias porque cuando fallan nuestras fuerzas, el Espíritu se hace cargo, e intercede con gemidos indecibles para nosotras y las huestes de maldad, pero descifrables para Tí. En el nombre de Jesús, amén.
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