NO QUEREMOS SER PADRES PERFECTOS ¿O SÍ?
Es inevitable que en el día a día surjan conflictos con nuestros hijos y cometamos errores.
Ni existen padres perfectos, ni hijos perfectos. Es más, somos afortunados por no serlo.
Es en ese momento en el que nos damos cuenta de nuestra imperfección, cuando logramos mejorar y acercarnos a ser los padres que queremos, sin tener la necesidad de ser padres perfectos.
“Los errores son maravillosas oportunidades para aprender”
¿De qué nos sirve castigarnos por los errores que cometemos culpándonos por ellos?. Lo único válido y que nos va a hacer crecer como personas es darnos cuenta de los errores que cometemos y buscar las soluciones.
Como padres tenemos una gran labor: mostrar a nuestros hijos lo que sabemos para motivarles a encontrar soluciones y no para encontrar culpables.
La convivencia y el día a día nos lleva a vivir esos momentos en los que nuestro hijo no deja de llorar porque quiere un juguete que ha visto en una tienda, cuando no quiere subir del parque, cuando no se quiere bañar o cuando se pelea con sus hermanos.
Hay un sin fin de situaciones que vivimos durante el día con nuestros hijos que nos alteran.
Decimos que nos alteran cuando en realidad si nosotros dispusiéramos de todo el tiempo del mundo para llevar sus ritmos, no estaríamos alterados.
Somos nosotros los que de por sí ya no estamos bien y cuando nuestros hijos se comportan como los niños que son, haciendo todo lo que es habitual para su edad, no podemos afrontarlo. No estamos preparados para hacerlo porque no disponemos de tiempo suficiente para usar esos recursos de los que ya disponemos.
Tenemos que aprender de nuestros propios errores y escribir nuestra propia historia y crecimiento junto al de nuestros hijos. Todo esto no se hace de un día para otro.
La Disciplina Positiva no consiste en abrir un pócima mágica y que todo vaya como la seda. No evita, ni hace desaparecer los conflictos, ni que perdamos los nervios.
Lo que sí hace es mostrarnos cómo encontrar las soluciones más adecuadas para cada momento según nuestro modo de entender la vida. Siempre partiendo de una base de respeto mutuo y con las herramientas que permiten que podamos usar todos los recursos que ya tenemos en nuestra propia mochila.
Nosotros mismos somos uno de los principales obstáculos con los que nos encontramos cuando queremos utilizar las herramientas que nos ofrece la Disciplina Positiva.
De repente un día decidimos que no podemos más, que lo que estamos haciendo no funciona y que tenemos que cambiar. Descubrimos la Disciplina Positiva y nos encanta la idea. Pero ¿qué nos ocurre?.
No somos capaces de hacer todo eso que hemos leído, de ser firmes y amables a la vez, de dejar de aplicar castigos, de tener esas reuniones con nuestros hijos en las resolvemos problemas sin perdernos el respeto.
¿Qué es lo que nos ocurre cuando no podemos dejar de gritar, ni de enfadarnos ni de cambiar?. Ocurre que nosotros mismos nos limitamos porque toda la vida hemos vivido y hemos visto las cosas de otra manera. Podemos darnos la oportunidad de cambiar sin juzgarnos, sin juzgar, sin culparnos y sin culpar.
Lo primero que debemos pensar es que sí hemos cambiado cuando a pesar de haber decidido actuar de otra manera volvemos a lo de siempre. Simplemente el hecho de decir esto que hago no me funciona y lo quiero cambiar, es un gran paso. Es el único paso que no tiene marcha atrás.
La Disciplina Positiva hay que interiorizarla, poco a poco, no podemos actuar de manera diferente de un día a otro. Hay que ir sintiendo cada pequeño paso que damos a la vez que lo disfrutamos.
Una vez que tenemos en la cabeza el concepto de qué es Disciplina Positiva, que ya hemos visto y adquirido conocimientos y que deseamos ese cambio, hay que pasarlo al corazón, hay que sentirlo de verdad. ¿Y cómo lo pasamos al corazón? Con la práctica, practicando y sintiendo. Pero no simplemente con la práctica que podemos adquirir cuando asistimos a un curso o un taller, sino con la práctica diaria aplicada a nosotros mismos y nuestra familia. Trabajando cómo nos sentimos, cómo nos afecta lo que ocurre a nuestro alrededor, qué opciones tenemos, qué movimientos son los que están a nuestro alcance para ir generando pequeños cambios, qué hay dentro de nosotros que nos hace comportarnos de esa forma que no nos gusta, qué nos está impidiendo hacer lo que realmente queremos hacer y qué es lo que vamos a hacer para solucionarlo.
Son muchas de las consultas que nos llegan de padres que dicen no saber qué hacer para controlarse, que al final se acaban enfadando, gritando y volviendo a utilizar los recursos que han usado siempre sin ningún resultado y además ahora sintiéndose muy mal porque no quieren hacerlo como lo han hecho siempre.
No pasa nada, todos cometemos errores.
Lo malo es no darse cuenta de los errores que cometemos y creer que pegar a un niño está bien y es lo que se debe hacer para que aprenda. Cuando somos conscientes de nuestras equivocaciones tenemos la oportunidad de poner solución.
Esto ya es un grandísimo paso para que poco a poco vayamos mejorando y lleguemos a tener la educación positiva que buscamos basada en el respeto mutuo.
Otra de las causas que hacen que nos encontremos en ese momento de vaivén y ese balanceo entre lo que queremos hacer y lo que hacemos suele ser lo mucho que nos importa la opinión de los demás.
Generalmente entre padres nos presionamos mucho. Que sí el hijo de Fulanita camina desde que tiene un año y el mío no. Que si Menganito nunca llora y se porta siempre bien y mira el mío. Que sí me dicen que eso que quiero hacer es imposible, que lo que le hace falta a mi hijo es un buen castigo y una buena regañina. Que necesita que le controle más. Que vaya educación le estás dando………
Todo eso hace que demos un paso adelante y otro atrás continuamente. Normal por otra parte, los cambios y lo desconocido es algo que genera temor. Pero si ya sabemos que amenazar, castigar, gritar o pegar tiene consecuencias negativas ¿qué nos impide dejar de aplicarlas?. Nuestras creencias, lo que hemos vivido, sentido, escuchado y hemos “interiorizado” desde siempre porque es lo que hemos conocido nos limita. Hemos construido un muro enorme pero que poco a poco vamos a ir derribando.
padres-perfectos
Que algo se haya hecho desde siempre no quiere decir que sea algo bueno. Ya lo comprobamos día a día cuando vemos que no funciona, que todo vuelve a pasar y que encima vemos como poco a poco nuestros hijos se alejan de nosotros.
Cuando llega ese día en el que te decides a cambiar, en el que decides hacer las cosas de otra manera, en el que quieres convertirte en mejor persona, es imprescindible entender que nuestro entorno no quiera cambiar y no comprenda ni comparta nuestro cambio.
Si no lo hacemos estaremos cada día luchando con ellos intentando que cambien, que hagan las cosas como nosotros queremos hacerlas y estaremos enfadados continuamente sin dejar hueco para poder disfrutar de lo que nosotros estamos haciendo. Si dejamos de preocuparnos por lo que los demás hacen y empezamos a preocuparnos sólo por lo que nosotros hacemos y sobre todo queremos hacer, los pasos que demos serán firmes. No necesitamos la aprobación de los demás.
Al igual que nosotros queremos que nos respeten, debemos nosotros respetarles. Siempre que hay un ambiente de respeto se produce un entendimiento. Aunque no se comparta lo que la otra persona sienta porque cada uno tiene su propia vivencia, es más fácil explicar y trasladar a los demás los motivos por los que actuamos de cierta forma. Nuestro entorno puede no compartir lo que nosotros tenemos interiorizado pero si les respetamos llegará un momento en el que simplemente observarán e incluso puede que llegue el día en el que se decidan a dar el paso que nosotros hemos dado.
Todo movimiento, por pequeño que sea, genera un cambio. Disfruta de cada pequeño paso que des y sigue mirando hacia el futuro. Lograrás ver en un futuro en tus hijos los valores y sentimientos felices que a veces anhelas en tu presente.
DISCIPLINA POSITIVA